Algunos puntos a tener en cuenta sobre el reverse cultural shock (lo que traducido sería el “shock cultural al revés” porque decir shock cultural de reversa suena medio raro), es decir, eso que nos pasa cuando volvemos…
1. Es altamente probablemente que, a la distancia, hayamos idealizado nuestro “hogar”. Así como sentimos una gran alegría al reencontrar los sabores, olores y sonidos de nuestro lugar de origen, la mayoría de nosotros tendemos a olvidar todo lo que no nos gustaba, todos los sinsabores de nuestra cotidianeidad allí.
2. Otra cuestión que se repite es que al dejar nuestro lugar/país de origen, en nuestro recuerdo, las personas de nuestro entorno y sus familias, trabajos y costumbres quedan como congelados en el tiempo para nosotros. Entonces, al regresar, esperamos que todo esté tal como cuando nos fuimos. Esto suele suscitar una frustración importante ya que, sin nosotros, sin nuestra presencia, los demás han podido continuar con sus vidas. Y esto abre la cuestión que sigue:
3. Sentir que los demás no nos necesitan. Nosotros nos fuimos y los demás se reacomodaron, hicieron nuevas amistades, agregaron gente a su grupo de fútbol, café, mate, etc. Han encontrado la manera de seguir con sus vidas y cuando volvemos nos damos cuenta que nuestro lugar no necesariamente quedó vacío. Generalmente imaginamos que esos espacios que hemos dejado en las vidas de otros estarán esperándonos a nuestro regreso y duele comprobar que no es así. Esto no quiere decir que no seamos queridos, sino que nuestros afectos han podido procesar el duelo de nuestra partida. Pero verlo suele ser bastante doloroso (y un poco nos confronta con el hecho de que nadie es imprescindible).
4. Este punto es complicado. No se aplica a todos pero lo comento porque a través de los años escuchando migrantes y expatriados se verifica en la mayoría de los casos: los que se quedaron pueden tener sentimientos encontrados hacia nosotros y nuestra cotidianeidad. ¿Qué quiero decir? Y… que quizás no es lo mejor que comencemos a comparar países y criticar cómo funcionan las cosas en nuestro país de origen. Tampoco debemos sorprendernos si no recibimos los mejores comentarios cuando contamos lo bien que funcionan las cosas en el país donde estamos viviendo. Y es que cada uno procesa sus sentimientos como puede. Es importante no tomar las reacciones que puedan surgir como algo personal.
5. Profundizando el punto anterior, no hay que sorprenderse si incluso encontramos cierto desinterés sobre nuestra vida “internacional”: seguramente nuestros interlocutores escuchen nuestras historias con cortesía en un primer momento pero, para la mayoría nuestras vivencias fuera del país es probable que no sean un tema del todo interesante.
6. Sentir que ya no pertenecemos a nuestro lugar. Quizás sea que nuestro acento ya no es el mismo, quizás sea que usamos palabras que nuestros familiares y amigos no comprenden. Ahora que vemos nuestra sociedad, nuestra ciudad, nuestras costumbres con más objetividad, que tenemos otras experiencias para comparar, en fin, ahora que hemos estado “fuera”, ya no somos los mismos y es altamente probable que no sintamos la pertenencia que solíamos sentir (Por supuesto esto es una generalización ya que hay muchas personas que lo sigue sintiendo pero encuentran que sus coterráneos no los ven como iguales). Por todo esto es fundamental que seamos nosotros mismos quienes tengamos bien claro el valor que vemos en nuestras experiencias y aprendizajes en otros países, otras culturas. Y también que tengamos idea de lo esperable al regresar para poder manejar las emociones que nuestro retorno suscite, tanto en los demás como en nosotros mismos, de la mejor manera posible.
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