La gratitud es un tema que está de moda, seguro ya lo notaste. No digo que antes no existiera, por supuesto que antes la gente daba las gracias, etc., pero lo que sí noto es que últimamente es un tema recurrente.
Está desde quien te propone que lleves un diario de gratitud hasta quien te propone rituales al respecto (bueno, quizás el diario ya sería un ritual en sí, no?). Y no, no tiene nada de malo el tener un lugar donde registrar todo lo bueno que nos pasa. No tengo nada en contra de esto y de hecho seguramente hayas notado que puede tener hasta un efecto fisiológico.
Nota aparte: si no sentiste nunca ese efecto fisiológico podés probar separar unos minutos, concentrarte en recordar lo bueno que hayas vivido en la última semana, ponerte a escribirlo y verás que seguramente luego de un rato de escritura y de ir recreando en la mente esos momentos la sensación física es otra. Pueden ser cosas grandes para agradecer o simple cosas pequeñas (al estilo de sentir el viento en mi cara ese día cuando iba por la calle, oler el aroma del café mientras iba camino a la tienda, etc).
Listo, sigo entonces. Para hablar sobre diarios de gratitud y demás no me necesitás, hay miles de artículos al respecto en la red, con googlear unos minutos encontrás un montón. Acá tocamos temas atípicos o temas típicos con otro enfoque -o esa es la idea, no sé si siempre resulta, pero es la idea-. Entonces no es sobre eso que escribo esta vez.
Escribo más bien sobre la precaución que me parece que hay que tener en un discurso, una época que quiere esconder la basura bajo la alfombra. Enterrar lo que no funciona -sin procesarlo- en el jardín y luego pretender que no pasa nada, que acá está todo perfecto.
Entiendo que es muy reconfortante conectarse con lo bueno, con lo que salió bien, con lo que nos encanta. Permitime que insista -una vez más- con la importancia de no hacerse los distraídos con lo que no salió como queríamos, con lo que nos dolió, con nuestras lastimaduras. Seguramente te preguntes por qué tendrías que hacer algo que pueda dolerte, algo que pueda resultarte desagradable y bueno, la respuesta es muy simple. Si negamos lo pasado, lo vamos a seguir repitiendo. Esto puede pasar de distintas maneras; puede ser que “nos equivoquemos” de la misma manera al elegir amigos o gente en quien confiar, puede ser que tengamos los mismos inconvenientes en el trabajo o que terminemos con parejas que nos traicionen nuevamente. Y sí, hacerse el distraído con lo que salió mal puede costarnos muy, muy caro.
Quizás te preguntes qué tiene que ver esto con la vida expat, porque la verdad es que lo escrito hasta acá puede aplicarse a la vida más allá de si uno migró o no. Y sí, eso es muy cierto. Pero sucede que muchas veces leo con mucha frecuencia en consejos para expatriados y migrantes concentrarse en lo positivo y punto. Y, como te decía, me parece genial que uno sea agradecido, que uno pueda valorar lo que tiene, que pueda conectarse con la gratitud. Pero también querría invitarte a poder listar lo que no anda tan bien, a poder registrar eso que no te gustó, a poder reconocer lo que no quieres que siga estando en tu vida, porque sin ese registro es muy difícil que eso no se repita. Y después de eso sí, por supuesto, no olvidarse de, como dice la canción, dar las gracias a la vida.
PSSST!: si te gustó este artículo dejame que te recomiende leer este y este otro. Y si tenés ganas de saber más sobre lo que es esperable que te suceda al expatriarte así como también ideas de como manejarlo, te cuento que hay un Curso con toda esa info: lo tenés acá.