Seguimos Compartiendo Saberes. Hoy tengo la alegría de presentarte a Taylor Murray, una ATCK. ¿Te preguntás qué quiere decir eso? Es una Third Culture Kid que es adulta o sea alguien que vivió fuera de su país de origen durante su infancia/adolescencia. Hace rato que estoy por publicar un artículo sobre este tema y no hay mejor que un testimonio para empezar con esto. Taylor además escribe muy muy bien, publicó un libro sobre su experiencia como TCK y también escribe un blog de donde justamente tomé la metáfora del final de este post sobre las despedidas. En fin, le propuse sumarse a Compartiendo Saberes y le encantó la idea así es que mejor te cuenta ella.
Empecemos entonces con su relato, con un poco de su historia:
Nací en los Estados Unidos de América. Mi familia vivió en Florida hasta mis nueve años. Nunca había escuchado el término “chico de tercera cultura” (third culture kid, TCK) hasta que me convertí en una. Recuerdo vívidamente el día en que mis padres nos dijeron a mi hermana melliza y a mí que nos mudábamos a Hiroshima, Japón, para colaborar con tres iglesias nacionales. Fuimos en auto hasta una cafetería griega pintoresca que estaba a unos minutos de nuestra casa. Después de comprar cafés para ellos y dos Koulourakias (galletas de sésamo griegas) recién horneadas para nosotras, nos sentamos en una mesa de vidrio pequeña al lado de una ventana soleada y nos anunciaron nuestra primera mudanza internacional. Los miramos fijamente, impactadas. Mi hermana finalmente rompió el silencio con una risita: “Es una broma, ¿no?”.
Fue una mudanza realmente inesperada, que no estaba segura de querer hacer ya que era una niña en cuarto grado, felizmente arraigada. Mi expresión de asombro en la cafetería gradualmente se fue tiñendo de entusiasmo, pero regresó rápidamente durante los difíciles meses de choque cultural y transición a un nuevo país. Hiroshima ha sido mi hogar por ocho años hasta ahora. A pesar de los desafíos y el cambio constante, he aprendido a amar la vida como TCK. Después de un año sabático en Bodenseehof, Alemania, voy a regresar a los EE. UU. para ir a la universidad. ¡Estoy entusiasmada por ver lo que me depara el futuro!
¿Qué experiencia de tu vida expat no querrías repetir ni que le sucediera a otras personas? ¿Por qué?
Si pudiera elegir hacer una cosa de manera diferente, no dejaría que nada me detuviera para aprender japonés. Durante mis primeros dos años en el nuevo país, estudié con esmero mi segundo idioma. Estaba decidida a convertirme en bilingüe. Practicaba los alfabetos japoneses, repasaba mi vocabulario y repetía frases nuevas en japonés con mucho entusiasmo en la tienda de comestibles o el centro comercial. Mi hermana y yo rápidamente hicimos amigos en el área de juegos al otro lado de la calle de nuestra casa y jugábamos juntos todas las tardes después de la escuela. Intentaba hacer lo mejor para hablar en japonés con mis nuevos amigos, deseando poder comunicarme.
Pero cometía muchos errores lingüísticos. La pregunta “¿Cuál es tu color favorito?” rápidamente me cansó. Mi pronunciación no era precisamente buena y mi acento me delataba como “extranjera”. Mis amigos japoneses no sabían cómo responder ante mis confusiones, y rápidamente comencé a desanimarme con sus carcajadas. No se daban cuenta de que entendía más japonés del que podía hablar e imitaban mi acento. En mi frustración, creía que no era suficientemente buena. Me negué a volver a hablar en japonés hasta que pudiera hacerlo de manera perfecta. Aunque soy funcional en japonés, no tengo fluidez. Mi falta de habilidades lingüísticas ha sido un obstáculo en mis relaciones y mi vida cotidiana. Esto es lo que más lamento como TCK.
¿Qué cosas hiciste en tu vida expat que salieron/resultaron tan bien que volverías a hacerlas en una situación similar y se las recomendarías a otras personas?
Algo que le sugeriría a otros expats que hagan cuando se muden a otro país es ver a sus familias como su red de contención, de apoyo. Cuando nos mudamos a Hiroshima hace ocho años, éramos la única familia extranjera en nuestra parte de la ciudad. Muchas veces nos sentimos aislados y solos. Nuestro centro comercial, que tiene 4.000 espacios de estacionamiento, puede estar repleto de autos. Pero éramos los únicos extranjeros. Mi familia rápidamente se unió debido a esto. Mis padres y mi hermana se convirtieron en mis mejores amigos. Aunque es importante construir nuevas amistades en el país anfitrión, necesité el apoyo y el aliento de mi familia para hacerlo.
Finalmente, entendí y comprendí el dicho “El hogar está donde está la familia”. En lugar de permitir que el estrés cultural fracturara las relaciones familiares, aprendimos la importancia de unirnos y apoyarnos entre nosotros para tener una buena transición entre países.
Hasta ahora siempre habíamos tenido en Compartiendo Saberes a quienes habían tomado la decisión de emigrar, por eso tenía muchas ganas de acercarte la experiencia de alguien que tuvo que acomodarse y adaptarse por una decisión de sus padres. Ya sea que este haya sido tu caso como si no, creo que es muy enriquecedor leer sus respuestas. Desde acá le agradecemos muchísimo a Taylor y si querés leer más (en inglés) podés hacerlo en su blog: www.taylorjoymurray.com -super interesante- y también en su libro Hidden in My Heart: A Tck’s Journey Through Cultural Transition.
PSSST!: si te gustó este artículo dejame que te recomiende leer este y este otro. Y si tenés ganas de aprender más sobre lo que es esperable que te suceda al expatriarte así como también ideas de como manejarlo, te cuento que hay un Curso con toda esa info: lo tenés acá.
Y si estás criando hijos fuera de tu país de origen no te pierdas el Curso para Madres (y Padres) Expatriados, tiene mucha información y herramientas para que los puedas ayudar a vivir lo mejor de su infancia/adolescencia internacional.
Y acá van las respuestas originales en inglés (muchísimas gracias a Mariela Vallati por la traducción, gran colaboradora del blog y un pilar fundamental para que estel blog siga funcionando en estos meses de cursos, conferencias, etc.):
Could you please tell us about yourself?
I was born in the United States. My family lived in Florida until I was nine-years old. I never heard the term ‘Third Culture Kid’ (TCK) until I became one. I vividly remember the day my parents told my twin sister and me we were moving to Hiroshima, Japan to partner with three national churches. We drove to a quaint, Greek coffee shop a few minutes away from our home. Purchasing coffees for them and two freshly-baked Koulourakias (Greek sesame cookies) for us, we sat at a small glass table next to a sunny window when they informed us of our first international move. We stared at them, shocked. My sister finally broke the silence with a giggle, “You’re joking, right?”
It was a truly unexpected move, and one I wasn’t sure I wanted to make as a happily-rooted fourth-grader! My stunned expression at the coffee shop gradually faded into excitement, but quickly returned during the difficult months of culture shock and transition into a new country. Hiroshima has been my home now for eight years. Despite the challenges and constant change, I’ve learned to love the life of a TCK. After a gap year in Bodenseehof, Germany, I will return to the US for university. I’m excited to see what the future holds!
As an expat what was something that you did that went so wrong that you wouldn’t do it again and would advice others not to do so?
If I could choose to do one thing differently, I wouldn’t let anything stop me from learning Japanese. During my first two years overseas, I diligently studied my second language. I was determined to become bilingual. I practiced the Japanese alphabets, reviewed my vocabulary words, and excitedly repeated new Japanese phrases at the grocery store or mall. My sister and I quickly made new friends at the playground across the street from our house, and we played together every afternoon after school. I tried my best to speak Japanese with my new friends, longing to communicate.
But I made many language mistakes. The question “what is your favorite color?” quickly grew old. My pronunciation wasn’t quite right, and my accent screamed ‘foreigner.’ My Japanese friends didn’t know how to respond to my mess-ups, and I quickly grew discouraged at their laughter. They didn’t realize I understood more Japanese than I could speak, and they mimicked my accent. In my frustration, I believed I wasn’t good enough. I refused to speak Japanese again until I could do so perfectly. Although I’m functional in Japanese, I’m not fluent. My lack of language skills has hindered my relationships and daily life. This is my biggest regret as a TCK.
Considering your expat experience what was something you did that went so well that you would repeat it and would encourage others to do so?
One thing I would encourage other expats to do while moving overseas is to view your family as your support system. When we moved to Hiroshima eight years ago, we were the only foreign family in our part of the city. We many times felt isolated and lonely. Our mall, which holds 4,000 parking spots, might brim with cars. But we were the only foreigners. My family quickly drew closer because of this. My parents and my sister became my best friends. Although it’s important to bridge new friendships in your host country, I needed the support and encouragement from my family in order to do so.
I finally understood and appreciated the saying ‘home is where your family is.’ Instead of allowing cultural stress to fracture family relationships, we learned the importance of unifying and supporting one another in order to transition well between countries.