Versión en español del artículo “Ever felt lost in Uncertainty?”, publicado en Expatriates Magazines N°5.
La incertidumbre y la vida como expatriado generalmente van juntos. Ya sea que tengas dudas sobre cuestiones culturales, sobre cómo se espera que se relacionen las personas (qué se puede decir, cómo se espera que reacciones, etc.), sobre tu nuevo lugar de residencia o sobre cómo lograr hacer las cosas allí. En algunas ocasiones tampoco está claro cuánto tiempo uno se quedará allí con lo cual se suma más incertidumbre a la cotidianeidad.
Si bien es cierto que no a todos, es muy común observar que a los cónyuges acompañantes (¡qué feo que suena esta denominación!; si a alguien se le ocurre una mejor, ¡bienvenida sea!) les resulta difícil recuperar el control de la propia vida. Es que quienes acompañan a la persona expatriada terminan sintiendo que hay un montón de decisiones que dependen del trabajo del cónyuge, de su jefe o incluso de las políticas de la empresa para la que él trabaja. Es claro que esto le puede suceder a personas que viven toda su vida en el mismo lugar. (¿Quién no ha escuchado comentarios en ese sentido en cualquier pareja?). Pero en el caso de los expatriados el impacto de todo lo que se ha dejado atrás por “acompañar” un proyecto termina afectando la manera en que se maneja la situación. En general escucho que uno de los problemas que se presentan es el no poder tomar decisiones acerca de la propia vida.
Esto puede sonar extraño pero si alejamos el foco de nuestra vida en particular, si agrandamos el área de visión, podremos ver que vivimos con la incertidumbre de manera diaria, cotidiana, o, cómo se suele decir, 24×7. Cuando cruzamos la calle no pensamos que quizás haya una persona que esté manejando distraída y pase la luz roja; cuando vamos caminando no pensamos que podría caerse una planta desde algún balcón. La mente está “entrenada” para evadir ese tipo de pensamientos (sí, ya sé, algunos los tienen todo el tiempo, pero eso es otra cuestión). La única certeza real es que no podemos predecir lo que va a suceder. Aun así, cuando algo sale diferente a cómo lo planeamos, decimos que fue un imprevisto, un accidente. Pero si miramos nuestra vida y la de los demás en perspectiva veremos que hay un montón de accidentes o imprevistos; algunos fueron buenísimos (lo mejor que nos podría haber pasado) y otros…, quizás no tan positivos.
Volviendo entonces al tema del “cónyuge acompañante” tendemos a olvidar que ante todo hubo una decisión propia. Mas allá de que nos guste o estemos arrepentidos [1] es importante recordar que hubo motivos, razones que nos llevaron a decidir que queríamos apoyar esa oportunidad laboral de nuestra pareja (y aquí entra una lista que es distinta para cada quién, desde mejoras económicas para la familia hasta apoyar a la pareja pasando por todas las ideas que cada uno tuvo que poner en la balanza). El tema es que sentir que no podemos tomar decisiones acerca de nuestra propia vida nos lleva a acumular resentimiento, fastidio y molestia hacia nuestro cónyuge, su trabajo, su jefe y la empresa. Esos sentimientos terminan por hacernos sentir peor, los padecemos y nos producen un gran sufrimiento. Van creciendo en nuestro interior y van envenenando nuestras relaciones, nuestros vínculos (y en algunos casos nuestra cotidianeidad).
Entonces quizás podamos pensar en cambiar la mirada, el enfoque, e intentar uno que esté relacionado con la resiliencia y la flexibilidad (lo cual sería una ganancia real, una que nadie ni nada podrá quitarnos porque es absolutamente personal). Ojo, se me impone una aclaración importante: sé perfectamente que no es nada fácil cambiar nuestra perspectiva y en algunos casos necesitamos ayuda con eso. Mantener una actitud positiva puede ser sumamente complicado y difícil y eso es simplemente normal: nada es peor que sentirse mal y aumentar el malestar por no poder estar con una mentalidad positiva y tampoco es bueno forzarse a sentir algo que uno no siente. La propuesta es más bien recordar que la vida puede traernos un cambio grande e imprevisto en cualquier momento. Entonces la próxima vez que estés dudando acerca de empezar un proyecto, anotarte en unas clases o pensando qué es lo que quieres hacer con tu vida —especialmente si estás sintiendo que no puedes planificar nada porque no sabes cuando te irás de ese lugar— te propongo que recuerdes que, si bien hay incertidumbre, la dirección que le des a tu vida y tus valores siguen siendo una decisión 100% tuya.
[1] Arrepentirse no tiene nada de malo, también puede pasar; lo único que falta es que si uno lo esta pasando mal también se achaque el haberse arrepentido de la decisión.
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