Las despedidas no son fáciles, ya lo sabemos. No se hacen menos dolorosas con la repetición, con los años de experiencia (¡Ojalá así fuera!, ¿no?) pero sí podemos aprender a hacer mejores cierres que nos permitan mejores comienzos y transiciones más suaves. Vuelvo a aclarar: no podemos evadir el dolor (y cuando lo evadimos se va juntando en nuestro interior y en la próxima… ¡agárrate, viene más intenso!).
Hoy quiero escribir sobre las despedidas en los niños, en nuestros hijos, porque su proceso de duelo no siempre es lo que parece. Generalmente uno está tan envuelto en las propias sensaciones, contradicciones y emociones que se hace muy difícil reservar un tiempo para evaluar o pensar la conducta que nuestros niños están teniendo. Y como no todos ellos lo verbalizan (¡y otros sienten que tienen que mostrarse fuertes para ayudarnos a nosotros!), es un tema que requiere cierto trabajo de nuestra parte.
La importancia de despedirse, de decir adiós, es mucha. La posibilidad de cerrar, de saludar a la casa, a las personas que nos acompañaron en estos años, a los amigos que toman otros rumbos, a los amigos que se quedan. Decir adiós es doloroso, por supuesto, pero también nos permite ir procesando esta etapa que termina y prepararnos para la nueva que comienza. El despedirse no es siempre igual para los niños que para los adultos. Es importante proveerles de cuestiones concretas, ya sea una fiesta de despedida, un álbum de fotos hecho de sus lugares favoritos, un libro donde sus amigos le puedan escribir o dedicar dibujos. En fin, existen múltiples opciones para poder tornar la despedida en algo concreto y tangible.
A veces no se sabe mucho acerca del próximo destino pero los niños no siempre necesitan los mismos detalles que nosotros; seguramente poder contar cosas positivas, mostrar fotos de la próxima ciudad e intentar no compartir el alto nivel de incertidumbre que uno tiene (por supuesto, en la medida de lo posible) sería bueno. Hay cosas que sabemos que van a permanecer: la familia, el cariño que los une, el hecho de estar todos juntos, etc. Es muy importante reforzar estos conceptos sobre todo en los más pequeños, que pueden estar fantaseando sobre el hecho de que algún miembro de la familia quede en un país y otros en otro. Para los chicos, tiempo y espacio son cuestiones a ser aprendidas; según la edad, es muy difícil entender lo que va a suceder dentro de seis meses, que va a tener nuevos amigos y una nueva casa. Por eso cuanto más concreta pueda ser la explicación, mejor (e incluso puede haber objetos que los acompañen en la transición y colaboren, como un muñeco regalado por un amigo cercano o algo de la casa en la que vivieron).
Ayudarlos a poner en palabras lo que están sintiendo es fundamental. En mi experiencia clínica hemos encontrado niños que creían que se mudaban porque se habían portado mal o habían sacado malas notas. Es difícil para nosotros oírlos hablar de esto, pedirles que compartan su dolor y malestar, pero es fundamental para evitar estos malos entendidos que pueden armarse sin que nos enteremos. Para poder transitar estos momentos lo mejor posible, se aconseja tener bien claro los beneficios de la transición, lo que nosotros le vemos de positivo para ellos (no tanto para contárselos sino para no sentir esa molesta culpa que cada tanto nos ataca) y, por supuesto, recordar que si no estuviéramos teniendo una vida internacional seguramente también nos sentiríamos culpables por otras cosas.
Muchas personas cuando ven que se avecina una despedida, empiezan a “despedirse” antes: se enojan, se pelean, discuten por cualquier cosa. Y bueno, es importante entender que en esto cada uno lidia con tanto dolor como puede y no preocuparse si nuestro hijo o algún amiguito empieza a comportarse de esta manera. Pienso que tanto para ellos como para nosotros el mejor consejo es la paciencia y la tolerancia. No hay una manera correcta de hacer el duelo, de despedirse; hacemos lo que podemos. Tal como dijo la reina de Inglaterra el dolor (o duelo más bien) es el precio que pagamos por haber amado*.
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*Gracias Trisha Carter por esa hermosa frase, acá les dejo el original porque la traducción no siempre hace justicia: “Grief is the price we pay for love”. (Para más info sobre mi brillante colega chequeen nuestra página de facebook donde hay siempre posts de sus webinars y artículos: www.facebook.com/ExpatPsi). La frase se encuentra en un libro co-escrito con Rachel Yates llamado Finding Home Abroad – A Guided Journal for Adapting to Life Overseas.