Empecemos por decir que el duelo no es algo malo ni negativo. El duelo es la reacción normal y esperable ante una pérdida. Y en la vida expat/migrante las pérdidas abundan. Lo que sí puede ser malo es que el proceso de duelo quede trabado, detenido (ya sea porque no se inició o porque se frenó). Ese dolor sin resolución sí es efectivamente un problema por varios motivos. Para nombrar un par imagínate que el esfuerzo que uno está haciendo para no conectarse con lo que le duele ya de por sí quita algo de la energía disponible. Por otra parte, si uno se desconecta de lo que siente con tal de no sentir ese dolor, bueno, eso produce una disminución en la intensidad en todas las emociones (no sólo en las negativas, como uno querría). Y, también, podríamos agregar que vamos dejando de lado partes de nosotros mismos en el intento de no volver a tocar ese punto que nos duele.
Entonces, conviene decir que no todo el dolor es siempre explícito. A veces hay pérdidas que podríamos decir que son tácitas. Generalmente las damos por sentadas pero no nos detenemos a pensar en cuánto nos pueden estar afectando a nosotros (o a nuestros hijos). Es muy difícil procesar un duelo por cosas que no sabemos que nos producen ese dolor por eso es tan importante que te tomes un ratito para evaluar si algo de esto te ha sucedido. No quiero que suene a mágico pero tomar consciencia de este tipo de cosas realmente produce cambios. Así es que aquí vamos.
1. La pérdida del mundo propio: es decir, se pierde todo lo que nos resulta familiar, todo lo que tiene que ver con nuestro hogar. Generalmente nos olvidamos de considerar que en cada esquina puede haber un recuerdo, que ahí está lo que conocemos, ya sea el lenguaje en los carteles o los árboles cercanos a nuestra casa; todo eso que forma nuestro mundo al migrar se pierde todo junto y esa parte de uno se va con eso, a menos que podamos nombrarlo y reconocerlo. A veces puede ser algo evidente pero otras veces son olores o sonidos, como el sonido de los pájaros. En este punto, si uno tiene hijos, es muy importante ayudarlos a nombrar esas cosas que extrañan, esas tristezas que viajan con nosotros cuando nos trasladamos de un lugar a otro. Por supuesto, nombrarlas no hará que desaparezcan totalmente, pero sí permitirá que se puedan procesar (en lugar de dejar pedazos de uno congelados hasta la próxima visita).
2. La pérdida de la identidad. En nuestro medio tenemos un lugar en la sociedad; los chicos tienen un lugar en la escuela, con sus amigos. Somos el que practica tal deporte, el que es bueno para tal cosa o para tal otra, la amiga a quien todos le confían sus cosas, la persona a quien recurren para que les explique algo. En fin, pueden ser uno o mil roles pero todos esos conforman nuestra identidad y al mudarnos vamos a un lugar nuevo donde no tenemos ese soporte de identidad que solíamos tener. Los demás no saben cuál puede ser nuestra contribución y tendremos que empezar de cero en este punto.
3. Generalmente cambia también nuestro estilo de vida. Claro, esto puede ser para bien o para mal. Aquí es donde entra nuevamente el tema del shock cultural porque en distintas ciudades tendremos diferentes opciones en relación con poder caminar por la calle, el transporte público, la seguridad, los guardaespaldas, etc., etc., etc. Muchas veces sucede que estos cambios los naturalizamos y no nos detenemos a reflexionar cómo nos afectan a nosotros (o a nuestros hijos).
4. Y, por último, la evidente pérdida de posesiones. Porque, obviamente, no se puede transportar todo lo que tenemos. El otro día leía que una amiga (una TCK que ya es adulta) preguntaba cómo hacen las personas que viven siempre en el mismo lugar, cómo hacen para no terminar juntar en sus casas miles de cosas que no usan o no necesitan y cómo hacen para explicarles a los chicos que hay que tirar algunas. Claro, en su vida siempre se tiraban las cosas porque no se podían trasladar tantas al próximo destino… Algunas personas (chicos y grandes) tienen más apego a los objetos que otros. Que alguien no lo comente no implica que no lo tenga. Más de una vez he oído a alguien lamentándose acerca de ese objeto que hubo que dejar en una mudanza que tuvo lugar hace quince años…
Claro que en los cambios no es todo pérdida y, en el mejor de los casos, habrá cosas que nos gusten en todos los lugares. Si bien está super extendida la idea de concentrarse en lo positivo y no hay nada de malo en ello, también sería importante considerar que poder reconocer eso que estoy dejando y me duele, eso que voy a extrañar, es una fortaleza y no una debilidad. Una fortaleza porque en la medida en que lo voy nombrando, estoy desarrollando mi capacidad de conectar con mis emociones, por lo cual voy a poder buscar con más conocimiento lo que me hace bien.
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