No puedo resistirme a las encuestas y sus resultados. En las últimas semanas encontré todo tipo de “surveys” hechos por empresas, foros, etc., sobre los expatriados (es más, compartí algunos de ellos en Facebook). ¡Hay algo que me resulta tan atractivo de los resultados de las encuestas!, aunque no tengo idea de qué es. Los gráficos logran que me olvide de todo lo que sé sobre estadística, la importancia de que la muestra sea representativa, lo relevante de saber cuántas personas respondieron -suena una obviedad, lo sé- jamás me pongo a pensar si las respuestas que me muestran son de diez personas (claro, saberlo haría que se perdiera el efecto) y otras tantas cuestiones que me permitirían matizar el resultado. Pero no. Si me muestran una encuesta enseguida me viene esa sensación de que me están presentando hechos reales, algo “fáctico”. Y sí, son reales; eso es indiscutible. Ahora si todos los que respondieron son anglohablantes y yo quiero saber qué piensan los expatriados hispanoparlantes, bueno… de mucho no me van a servir esos datos.
Históricamente me ha parecido que las investigaciones cualitativas (las de preguntas abiertas) obtienen mucho más datos “reales” que las cuantitativas. Por eso sigue siendo un enigma para mi por qué caigo fascinada una y otra vez ante las estadísticas. Y eso es un poco lo que me trajo a escribir este post.*
En una de las encuestas que compartí figuraban los mejores países para vivir como expatriado. Y claro, cuando puedo volver a pensar racionalmente —léase pasada la fascinación de la estadística— se me vienen miles de ejemplos, de casos reales que conozco de primera mano, donde distintas personas en el mismo país tienen experiencias diametralmente opuestas. Y sí, me dirás que es una obviedad. Pero a mi mente esto llega en un segundo momento.
Recordando estos casos, me acordé de una pregunta que daba vueltas en mi cabeza mientras hacía las entrevistas de mi investigación: ¿Por qué algunas personas tienen adaptaciones tanto más fáciles que otras?. Y lo que descubrí fue lo siguiente: aquellas personas que me contaban cómo habían evaluado sus necesidades emocionales antes de la partida eran quienes habían podido desarrollar, digámoslo así, estrategias adaptativas más efectivas (¡Uf!, no me gusta cómo suena pero queda claro, ¿no?).
¿Y qué hacían estas personas? Bueno, lo común a todas era que habían pensado que iban a necesitar conocer gente, hacer amistades, tener cerca a la familia, etc., etc., etc.. Esto había hecho que decidieran migrar a un lugar o a otro, que se pusieran en contacto con organismos, centros o universidades de la ciudad a la que iban a ir para enterarse de actividades, etc. Tenían un plan en relación a lo emocional.
Es difícil no relacionar esto con el tema de la inteligencia emocional, ¿no? Esta idea de que más allá del coeficiente intelectual, el éxito —o prefiero decir, lo bien que vivamos en términos de bienestar emocional— se relaciona con este otro factor. Explicado muy brevemente, la inteligencia emocional tiene que ver con la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos, y el conocimiento para poder manejarlos. Por eso se vincula con la empatía, la automotivación, el liderazgo, etc.
En la vida expat todas las cuestiones se vuelven más complejas porque, por ejemplo, para hablar de los sentimientos ajenos, primero tenemos que abordar el shock cultural como hice aquí y aquí. Aun así, vale la aclaración de que también entran en el grupo de los “demás“ las emociones de nuestros hijos y nuestra pareja. Pero los entrevistados de mi investigación que le habían otorgado un lugar importante a sus necesidades emocionales habían conseguido también relacionarse de manera más positiva con los demás. Y justamente esto no queda reflejado en una encuesta. Tampoco, otras situaciones de la vida, de los fenómenos naturales que pueden acompañar una expatriación y hacerla más difícil; o la mayor o menor suerte que se puede tener en los grupos que uno forme, cómo termine siendo el clima en la oficina —que suele variar de país en país— etc.
Seguiré fascinada por las estadísticas; no puedo evitarlo, pero me parecía importante compartir por qué es tan importante, también, saber del caso por caso.
*Aclaro que no discuto la utilidad de las encuestas cuantitativas. Entiendo perfectamente que no se pueden hacer diez mil entrevistas con preguntas abiertas y que esto se complicaría muchísimo más después en el momento de procesar los resultados. Pero como a mí siempre me gustó escuchar a las personas no puedo ser muy objetiva en esta cuestión.
PSSST!: si te gustó este artículo dejame que te recomiende leer este y este otro. Y si tenés ganas de aprender más sobre lo que es esperable que te suceda al expatriarte así como también ideas de como manejarlo, te cuento que hay un Curso con toda esa info: lo tenés acá.