Llegan las Fiestas y todo brilla. En las vidrieras (o vitrinas), en las publicidades, en los avisos, todo es armonía. Y no solo en las imágenes estáticas sino también en todas las que en movimiento nos trae la televisión, el cine, la computadora, la tablet,…
Por todos lados hay sonrisas, moños, paquetes, brillo y más brillo… y ahí vienen las confesiones de los pacientes: ¡es que nadie puede estar a la altura de tanta perfección!
¿O me van a decir que ustedes no conocen a nadie que tenga problemas con dónde pasar las Fiestas? ¿Con la familia de uno o con la familia del otro? ¿No conocen a nadie que no tenga líos con qué llevó o dejó de llevar Papá Noel a su casa? ¿Quién no se ve pasando las Fiestas en un lugar donde no querría o sin la gente que le gustaría tener al lado? ¿No conocen a nadie a quien durante las Fiesta simplemente le haya pegado la nostalgia?
Las Fiestas son un momento especial del año. Y con “especial” quiero decir, generalmente, “complicado”. Las Fiestas movilizan muuuuchas más cosas de lo que parece (y acá no importa si uno festeja o no la Navidad).
Es que, para empezar, las Fiestas nos traen el fin de un ciclo, de un nuevo año que, otra vez, “se pasó volando”. Nos recuerdan que el tiempo no espera nuestros tiempos ni nuestros procesos. Él, implacable, sigue su curso. Y con eso nos llega el famoso balance de fin de año, que, queramos o no, todos terminamos haciendo. Recordamos aquello que pensamos que íbamos a lograr, aquello que pensamos que íbamos a cambiar y, a veces, también aquello que nos parecía impensable y finalmente sucedió.
En los momentos de balance no es solo el logro lo que pesa. A veces hemos tenido un año muy exitoso y aun así la llegada del fin nos pone ansiosos, nostálgicos o tristes. Hay distintas áreas de la vida para sopesar y es el momento cuando solemos recordar a quienes ya no están. Es que, en realidad, todo final trae aparejado un duelo. Y todo duelo trae aparejados los duelos anteriores. No, no te asustes. No es que vas a tener que volver a hacer todos los duelos que ya hiciste sino que aquellos que no se cerraron del todo siguen ahí, y sobre ellos se ubican los nuevos.
¿Y entonces? Y entonces, nada; es así. Los duelos toman tiempo; no hay nada que hacer. El proceso de duelo necesita tiempo por más que la época en la que vivimos quiera todo rápido. Por eso está bueno saber que, si uno se pone un poco triste, también está bien. Poder contagiarse de la alegría de otros está bárbaro pero, si no nos sale, está bien también. Permitirnos sentir lo que sentimos sería es lo ideal (¡y a veces cuesta tanto!, sobre todo cuando recibimos una gran cantidad de mensajes que dicen que deberíamos sentirnos espléndidos).
¿Y qué se puede hacer? No evadir el balance del año, porque está bueno hacerlo. Se pueden usar las cuatro preguntas que te conté en otro post. Y por si no tenés ganas de leerlo nuevamente, las repito acá:
En este año:
1. ¿Qué fue lo que pasó?
2. ¿Por qué pasó?
3. ¿Qué salió tan mal que no querríamos repetirlo?
4. ¿Qué salió tan bien que nos encantaría volver a hacer?
Nada más valioso que saber lo que sabemos, que tener clara nuestra propia producción de saber. Después podemos decidir si queremos compartirlo o si queremos guardarlo, pero seguro nos servirá para tomar mejores decisiones.
Y para estas Fiestas te deseo que puedas saber lo que te gustaría hacer. A veces se puede; a veces, no. Pero saberlo siempre nos acerca más a la posibilidad de concretarlo. Muchas gracias por haber estado leyendo mi blog durante este año. Muchas gracias por los mensajes que me llegan. Espero que el blog te haya resultado útil y te haya acompañado en tu propia experiencia expat. ¡Te espero en este nuevo año que empieza para seguir con más!
PSSST!: si te gustó este artículo dejame que te recomiende leer este y este otro. Y si tenés ganas de aprender más sobre lo que es esperable que te suceda al expatriarte así como también ideas de como manejarlo, te cuento que hay un Curso con toda esa info: lo tenés acá.