Nuevamente comparto la versión en español de un artículo mío publicado en Expatriates Magazine, el artículo en inglés recibió muy buenos comentarios y por eso hice esta versión para el blog. El título es algo así como “Ayudando a nuestros hijos a adaptarse a la vida como expatriados”. Traducir los títulos siempre es difícil, nunca me convencen por eso acá va con otro.
“Los niños pueden adaptarse a todo, ¿no es cierto?”. Al menos eso nos dicen constantemente. Bueno, quizás pueden pero nosotros podríamos suavizarles las transiciones, la adaptación a un nuevo país y con ello, evitarles algunas de las consecuencias de los duelos no procesados.
Ver a nuestros hijos sufrir es una de las cosas más dolorosas en la vida. Es totalmente entendible que queramos que se adapten y que sean felices lo más rápidamente posible. Resulta muy tentador, ante sus planteos, contestarles: “No te preocupes, todo va a salir bien” y dar por terminada la conversación. Pero en realidad los niños atraviesan el proceso de duelo, igual que nosotros, más allá de que ellos manejen las pérdidas y el dolor de manera diferente. Quizás al verlos jugar, divertirse o reírse estemos tentados a suponer que no están atravesando un duelo pero conviene tener presente que según la edad cada uno procesa las situaciones de manera distinta. Tener un estilo de vida internacional, ser un TCK (Third Culture Kid -para más información click acá-) tiene muchas ventajas pero, para que nuestros hijos puedan obtenerlas y gozar de ellas necesitamos ayudarlos a procesar el dolor de dejar su país de origen (o su familia, o sus vínculos y relaciones en otro país, etc) para evitarles una vida de duelos sin resolver.
En un proceso de duelo, el reconocimiento significa mucho más de lo que parece a simple vista. Reconocer y validar nuestros sentimientos es crucial para la resiliencia. Para que nuestras heridas puedan sanar es esencial poder nombrar nuestras emociones, ponerle palabras a aquello que estamos viviendo. Seguramente los niños necesitarán nuestro apoyo (el de sus padres o de algún adulto cercano) para poder hacerlo. Si ellos no están hablando abiertamente de sus sentimientos o emociones, si no logran hablar de lo que extrañan, de lo que echan de menos, necesitan a sus padres para ayudarlos a expresarse. Resulta conveniente que ellos sepan cómo funciona el proceso de duelo y que entiendan que aquello por lo que están pasando es absolutamente normal.
Claro que según la edad que tengan los niños, en lugar de empezar una conversación acerca de sus experiencias, puede ser más útil relatar historias o utilizar títeres —donde el personaje central va a estar viviendo algo similar a lo que viven ellos—. Esto puede hacerse de diversas maneras: a algunos niños les gusta escuchar una y mil veces la misma historia, otros quizás prefieran un rol más activo y empiecen a cambiar partes del relato. Por más sencillo que suene, esta puede ser una técnica muy potente para ayudarlos a ponerle palabras a las emociones que los superan. También sucede que para algunos niños resulta más fácil abrirse a compartir sus experiencias mientras realizan otras actividades: una charla informal mientras se hace un mandado puede servir para abordar un tema que generalmente es difícil tocar. Si bien estas son algunas posibilidades para iniciar el apoyo, lo más importante es chequear, preguntarles de manera periódica cómo va su adaptación y su proceso de duelo.
Ahora bien, es fundamental reconocer lo difícil que puede ser escuchar a nuestros hijos hablar sobre su sufrimiento, sobre su dolor. En esos casos sirve recordar que nuestra escucha los está beneficiando, que les estamos haciendo un bien. A veces lo que necesitan de nosotros es más una disposición a ser escuchados que el intento de resolver —aunque puede ser muy difícil abstenerse de ofrecer soluciones es complicado—. Conviene recordar que no hay necesidad de emitir juicios de valor ni buscar la racionalidad acerca de lo que están compartiendo; una escucha activa y cálida alcanza y sobra. Ayudarlos a encontrar las palabras para expresarse, para definir las emociones, resulta de por sí una gran contribución. Lo mismo ocurre con validar sus sentimientos: siempre es tranquilizador saber que alguien va a escuchar y aceptar lo que están sintiendo, su angustia, su tristeza, su melancolía, sin menospreciar aquello que lo está ocasionando. A veces los niños no le dan valor a vivir en una casa más grande o en un barrio más elegante, necesitan poder llorar lo que ha sido dejado atrás.
Aceptar su dolor es fundamental y, si escucharlos te resulta demasiado —porque no nos olvidemos que estás lidiando con tu propio proceso de duelo al mismo tiempo— no dudes en pedir ayuda. Puede ser tu pareja, otro miembro de la familia, un amigo o un profesional. Por favor, no desestimes tu propio proceso, tus propias necesidades porque, al igual que en el avión, primero debemos cuidarnos nosotros los adultos (ponernos las máscaras de oxígeno) antes de poder asistir y atender a los niños.
BUENAS NOTICIAS!!!!: Si te gustó este artículo, te va a ENCANTAR lo que estoy preparando para ayudarte. Hacé click acá y enterate ya mismo.