¿Todo tiempo pasado fue mejor? ¿Vivíamos en el paraíso y no lo sabíamos? OK, sí, estoy exagerando. Este mito no suele ser tan así pero lo cierto es que sucede. Hay muchos casos donde lo que se escucha es algo del tipo de “¡Esto allá no pasaba! Porque allá….” y en los puntos suspensivos podemos completar con lo que sea; la gente es más afectuosa, te dan una mano si pueden, son más solidarios, son más cálidos, no pasan estas cosas, etc., etc., etc.
Si nos juntamos en un grupo de expatriados es difícil que no salgan estas cuestiones, que no salgan comparaciones (sobre esto vuelvo en un ratito) y que no salgan estas miradas un tanto aggiornadas de las experiencias pasadas.
Vamos por partes. La comparación es inevitable, los seres humanos aprendemos vía la comparación. Vamos incorporando conceptos y nociones a través del contraste y la comparación. Ahora, otra cosa es agregar una connotación positiva o negativa en la comparación. Lo diferente no siempre es malo, no siempre es peor, pero en muchísimos casos lo diferente nos parece negativo. Las cosas se hacen de diferente modo según la cultura y, si estudiásemos la cultura de esa sociedad en profundidad encontraríamos la lógica (obviamente distinta a la nuestra) que explica esos “raros comportamientos” que vemos en ella. Pero por más que no entendamos el sentido no es lo mismo comparar que criticar. Y tampoco es lo mismo criticar que suponer que lo nuestro siempre es mejor o superior. Y sí, no digo que todos lo hagan pero convenganos que se escucha y bastante.
El otro tema tiene que ver con la mirada que tenemos sobre nuestro lugar de origen. Y acá es importante aclarar que los trucos que nos produce nuestra mente, nuestra memoria, son medio inevitables. A ver, te propongo que intentes recordar una vacación donde lo pasaste super bien. ¿Listo? OK, seguramente tu memoria no te traiga de inmediato algún aspecto negativo vivido durante esos días, aunque seguramente alguno hubo. Los recuerdos se ponen -digamos- medio sepia. Uno inevitablemente borra o no recuerda del todo ciertas partes. No quiero decir “idealiza” porque tiene una connotación como que uno lo hace intencionalmente y esto no es así.
Pero claro, después viene el infaltable baldazo de agua fría que nos devuelve a la realidad. Generalmente cuando regresamos de visita a nuestro país de orígen y ZAS! Ahí nos sorprendemos: la ciudad no es tan limpia/bonita/agradable como la recordábamos, la gente no es tan amable/simpática/solidaria como la recordábamos, la familia no es tan armónica/cariñosa como la recordábamos. Es que, si nuestra memoria nos ha llevado a idealizar, nada ni nadie va a poder estar a la altura de semejante ideal.
Seguro te preguntás si se puede evitar ese shock. Mmmm, te diría que en un punto es inevitable al igual que el shock cultural. ¿Viste que cuando te mudás a un lugar -casi siempre- pasas un período de shock cultural? Ese shock puede alivianarse si uno se ocupa de aprender la cultura del nuevo lugar y entender los desafíos a los que enfrentará. En cambio si uno espera adaptarse en dos días a todo, bueno… Lo mismo pasa con el volver: si uno entiende lo que implica entonces puede empezar a prepararse para que el inevitable shock no sea tan fuerte ( y acá un artículo que escribi al respecto).
Otro punto es que además, citando al poeta, “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…” Pero ése ya es un tema para otro post.
PSSST!: si te gustó este artículo dejame que te recomiende leer este y este otro. Y si tenés ganas de aprender más sobre lo que es esperable que te suceda al expatriarte así como también ideas de como manejarlo, te cuento que hay un Curso con toda esa info: lo tenés acá.