Hace un tiempito unas amigas hicieron esta pregunta: “¿Qué te hubiera gustado que te avisaran antes de expatriarte?” (Ellas están escribiendo un libro, cuando esté listo lo comentaré en el blog). Entre las respuestas apareció un tema que surge una y otra vez trabajando con los pacientes: la sensación de que, una vez que saliste de tu país de origen, ya está, ya no sos el mismo.
Y, sí, personalmente creo que es una de esas experiencias que son muy difíciles de trasmitir si no las viviste. Es más, es de esas cosas que por más que te las digan es difícil dimensionarla hasta que no te pasa. A veces pienso que sería bueno que te lo avisen pero también es cierto que si en el momento en que te lo dicen, justo estás con todos los preparativos para la mudanza, es más complicado aún procesar esa idea. No sé si será esta tu situación actual, pero creo que vale la pena un post sobre el tema.
Una vez que saliste de tu país (no de vacaciones, obviamente), una vez que viviste varios meses afuera, te sucede algo más que sólo el agregado de “experiencia internacional” en tu currículum vital (por decirlo de alguna manera): entras en lo que podríamos llamar “limbo”.
Como hay distintas experiencias, me gustaría hacer ciertas distinciones. Para algunas personas la transformación es bastante rápida; al poco tiempo de migrar ya no sienten que pertenecen al lugar donde nacieron pero tampoco se sienten “locales” en el lugar donde viven. Para otros, en cambio, esto viene en cómodas cuotas. A veces se dan cuenta de que ya no pertenecen “del todo” recién cuando vuelven de visita a su tierra. Sus amigos, su familia o el vendedor de un negocio marcan esa diferencia (ese clásico “ah, no parecés xxx”-nacionalidad que te guste aquí). Puede ser el acento, puede ser un punto de vista sobre algún tema, la extrañeza que te produce lo que hacen o lo que dicen los demás. A veces se va sintiendo de golpe; otras, en etapas. Pero el punto es que ya no se sienten más totalmente una cosa ni totalmente otra.
Y es que ahora pasan a pertenecer a ese grupo al que suelo referirme como del “limbo”. Los seres humanos somos seres sociales y pertenecer¨ no es un detalle menor para nosotros. Y entonces no ser 100% parte de nada, ni de una cultura ni de otra (o de más de dos según el caso) no es un tema menor. Pero me es importante aclarar que aunque suene angustiante, esta situación trae consigo una ventaja. A lo largo de mi experiencia he notado y sigo notando que, quienes poseen esta característica pueden tomar cierta distancia y adquirir una perspectiva que de otra forma sería muy difícil lograr. Y cuando se trata de TCK (third culture kids o chicos transculturales) es más fuerte aún, porque ese “no pertenecer” se afianza desde la niñez o la adolescencia. Sin embargo, hay mucha gente que, habiendo migrado de adulta, también refiere el haber perdido esa sensación de ser parte de un grupo.
Por eso es que me gusta pensar que en realidad sí se pertenece a un grupo. A un grupo diferente, que no tiene una cultura en común, quizás, sino la posibilidad de usar el pensamiento crítico al mirar todas las culturas en general. Un grupo que, para no llamarlo pertenecientes al “limbo”, podríamos decir que son ciudadanos del mundo. Lo que los une es este tema particular de la pertenencia y la identidad que sólo quien ha vivido fuera de su país de origen puede entender. También, en la mayoría de los casos, los une una enorme solidaridad hacia otros que viven el mismo proceso. Pero eso ya es tema de otro artículo.
PSSST!: si te gustó este artículo dejame que te recomiende leer este y este otro. Y si tenés ganas de aprender más sobre lo que es esperable que te suceda al expatriarte así como también ideas de como manejarlo, te cuento que hay un Curso con toda esa info: lo tenés acá.