¿Cómo manejar la incertidumbre con nuestros hijos? ¡Qué pregunta! Muchas veces la vida como expat/migrante se llena de interrogantes que ya a nosotros mismos, los adultos, nos tienen nerviosos, preocupados, en vilo. En algunas oportunidades esas mismas preguntas nos las hacen nuestros hijos: ¿Vamos a volver?, ¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar?; ¿Cuándo vemos de vuelta a los abuelos?… y así un montón más. No hace falta decir que son preguntas que tocan hondo en nosotros, que muchas veces nos hacen sentir como si nos metieran el dedo en la llaga porque son temas que nos duelen, que nos ponen sensibles.
Y así quedamos, sensibles, dolidos o, en su contracara, les respondemos irritados. Más de una vez, seguramente, hemos deslizado alguna mentira piadosa para intentar darles una sensación de “seguridad” y sobre eso quiero escribir hoy.
Para verlo más claramente tomemos un ejemplo. Supongamos que nos hemos mudado a una nueva ciudad por un trabajo (una “relocation o expatriación). O sea que no es un destino que hemos elegido como migrantes y, si bien la duración de la asignación si bien ha sido pautada puede ser modificada. Firmamos por un período de dos años pero en nuestra empresa se estila extender las expatriaciones y tenemos altas chances de una renovación. Entonces tenemos la idea de que nos vamos a quedar, digamos, cuatro años. Muchas familias intentan no exponer a los niños a esta incertidumbre pero suceden situaciones como la siguiente: viene una familia relacionada con la misma empresa a casa y la conversación de los adultos sobre algunos empleados o conocidos que regresan lleva a la pregunta sobre nuestra situación, que según el contrato se termina en ocho meses y… ¡puf! nuestro hijo justo llega y escucha la conversación. Y no hablemos de si esto sucede cuando alguien le pregunta directamente a los niños si están contentos con la idea de regresar cuando nosotros aún no se lo hemos comunicado.
Por supuesto que este no es el fin del mundo pero es una situación innecesaria. Nuestros hijos confían en nuestra palabra, en que los vamos a proteger, en que los vamos a cuidar y también en que les vamos a informar sobre lo que pensamos hacer con sus vidas, por decirlo de alguna manera. Cuando decidimos, por ejemplo, cambiarlos de colegio, intentamos ser nosotros los que les demos la noticia. Muchas veces en los ambientes internacionales hay ciertos temas que se tocan de manera estacional. Entonces ahí es cuando no tenemos mucho control sobre los comentarios y preguntas que les llegan a nuestros hijos.
La buena noticia es que podemos darles esa sensación de seguridad sin ocultarles información que podría llegarles por otra vía y, de paso, ayudarlos a sobrellevar la incertidumbre -que aparece en la vida de todos cada tanto. Por ejemplo, podemos explicarles que no nos vamos a quedar para siempre y que vamos a contarles cuando sepamos nuestro próximo destino y animarlos a aprovechar el actual lo más posible. Puede suceder, por supuesto, que ellos vuelvan con sus preguntas una y otra vez. Intentar responder lo que no sabemos no es lo ideal porque puede suceder que quedemos expuestos, como en el ejemplo. Entonces, ¿qué hacemos?
Nuestro estilo, nuestra actitud les muestra a ellos una manera posible de lidiar con las cosas. Si a nosotros la incertidumbre nos complica (¿A quién no?) quizás sea aconsejable tener algunas respuestas “preparadas”.
También conviene recordar que la vida ES incierta, que nosotros en el día a día “elegimos olvidar” ese detalle (Podemos ir caminando por la calle y que nos caiga una maceta en la cabeza, por poner un ejemplo de los miles posibles). Entonces, recordando esto podemos entender que seguramente, más que ocultarles los datos, quizás sea apropiado ayudarlos a manejar la incertidumbre, a soportar el hecho de que la vida se va haciendo paso a paso y a entender que no ganamos gran cosa adelantándonos. Enseñarles a disfrutar el presente lo más posible, sabiendo que, ni bien lo sepamos o cuando resulte apropiado, les comunicaremos las novedades, El momento apropiado dependerá de las circunstancias ya que, por ejemplo, decirle a un niño de cinco años algo que sucederá en 12 meses termina siendo algo que le genera más ansiedad que alivio.
Al contrario de lo que pueda parecer, cuanto antes sepan que nadie tiene todas las respuestas ni sabe el futuro (ni siquiera nosotros), antes podrán empezar a desarrollar su propia resiliencia que también les traerá ventajas en su vida adulta. Obviamente, no son conversaciones fáciles y, generalmente, los chicos vuelven a preguntar mil veces sobre estos temas complejos. Por eso, es bueno tener presente que en algunos casos la única certeza es nuestro amor por ellos. Eso, por más que nos parezca poco, es la fuente de una seguridad enorme para ellos. Y estas charlas son; un excelente momento para recordárselos.
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